La parábola de la acacia negra

La Acacia negra, Gleditsia triacanthos L. (o acacia de tres puntas o de tres espinas) es una especie introducida al país (posiblemente en el S. XIX), originaria del centro-este de EE.UU, donde existen otras variedades.



Comienza su expansión invadiendo terrenos abandonados y suele formar montes extensos y achaparrados. En los últimos 40 años esta especie ha invadido el norte de la provincia de Buenos Aires.

Cada tres o cinco años puede dar gran cantidad de frutos y eso hace que su dispersión tenga momentos de mayor expansión.


Monte de Acacias Negras en el Parque Ecológico


Es una especie interesante para uso ornamental, de hojas caducas y que da buena sombra en verano, aunque poco densa. Su tronco y ramas están cubiertos de espinas ramificadas. La madera se emplea en carpintería y ebanistería.


Muchos pájaros se alimentan de sus semillas. El mucílago de la semilla es dulce y se puede emplear para cremas, helados, etc. Los frutos se han empleado como alimento para el ganado, aunque sólo en épocas de escasez porque tienen efectos laxantes.

Como es una leguminosa, sus frutos son legumbres que se retuercen en forma de espiral colgando de las ramas al final del verano, pueden alcanzar los 25 centímetros de longitud.



Acepta casi cualquier terreno siempre que no sea demasiado húmedo. Es resistente a la sequía y a la contaminación y tolera la salinidad del suelo.

Carece de plagas y enfermedades de importancia y se multiplica por semillas, esquejes e injertos.

Dice el INTA: “Especie sumamente peligrosa por su capacidad invasora (rápido crecimiento, período juvenil corto, gran producción de semillas, alta germinabilidad de semillas), por el nivel de daño económico y ecológico que causa y por su difícil control. Rebrote de cepa”

Estas cualidades de adaptación y reproducción, hacen que la acacia sea una especie “exitosa” que termina compitiendo por el espacio con plantas nativas como el Espinillo o el Tala.

(*) El Parque Ecológico ya presentaba ejemplares de acacia negra en el momento de su creación, en 1998, y se asumía que su población estaba favorecida por la existencia de ganado vacuno en el predio (ya que este se alimenta de sus frutos y dispersa sus semillas). De acuerdo con esta lógica, al desaparecer el ganado, hace ya 12 años, se esperaba que disminuyera la tasa de expansión, pero esto no sucedió... La acacia, sin enemigos naturales y con varias estrategias reproductivas, continuó su expansión con éxito.

El continuo corte de pasto en el área de acceso libre ayuda a mantener acotada esa expansión, pero en las zonas de amortiguación y de reserva, donde se evita la intervención humana y no se realizan cortes de pasto, la acacia gana terreno a un ritmo preocupante. Esta situación reaviva (creo yo) la disyuntiva sobre el grado de participación que debe o puede tener el hombre en los procesos de la “naturaleza”. Naturalmente, la acacia gana espacios, pero en una competencia desigual con las especies autóctonas. Las acacias no deberían estar en el Parque, es una especie introducida y así como la acción del hombre la trajo a estas latitudes, la acción del hombre deberá controlarla y, eventualmente, erradicarla. Lo mismo sucede con otras especies vegetales y animales (ya hicimos referencia a la aparición de estorninos en nuestra región)

En este momento, personal del Parque se encuentra abocado al estudio de la situación y a la evaluación de posibles acciones, pero no es fácil... Los métodos de control mediante herbicidas parecen ir en contra de la esencia de un Parque Ecológico y se debe atender con mucho cuidado a los efectos secundarios y residuales del producto que se use. Momentáneamente, el control se realiza mediante la extracción completa de ejemplares (la tala no sirve, ya que vuelve a brotar desde la cepa) y por eso no debe llamar la atención que aún en un parque de este tipo, en que se cuida cada planta como un tesoro, un guardaparque pueda estar cortando una planta con una motosierra...

Caramba...! Me parece que esta historia de las especies que llegan e invaden todo, desplazando a las autóctonas, me resulta familiar...



(*) Basado en conversaciones con personal del Parque.

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Una pluma en la tormenta...

Ya todos saben que en mi casa tengo instalados comederos para aves... no? Un par de días antes de la tormenta del 15 de enero, encontré una pluma blanca debajo del comedero de las palomas... La mayor parte de los comensales son torcazas, alguna picazuró y cada tanto alguna doméstica (que aprovechan lo que cae al suelo...).


Torcazas, renegridos y gorriones "pastando" debajo de un comedero colgante

La mayor parte de las palomas domésticas posee un plumaje característico, agrisado, plomizo y reflejos iridiscentes en el cuello, pero muy de vez en cuando aparece alguna totalmente blanca y justamente una de estas perdió una de sus plumas (creo yo que es una remera secundaria). La pluma blanca, recortada sobre el césped quedaba muy decorativa y la dejé en su lugar... Cada brisa la movía y cambiaba su posición, asi que la pobre pluma paseó algunos metros por el parque.

El sábado 15 hubo una tormenta muy importante, con ráfagas de viento muy fuertes y caída de granizo. Fué la tormenta durante la cual murieron 5 personas por caída de rayos y hubo considerables destrozos en toda la zona. Terminada la tormenta revisé sus efectos en mi jardín y me encontré con macetas caídas, algunos paneles volados y cientos de hojas y ramitas de jacarandá cortadas por la piedra... Entre todos los restos desparramados por el jardín... la plumita blanca, totalmente empapada y estampada contra el piso como una calcomanía (o un sticker, como le dicen ahora). Su aparente fragilidad le había permitido cargarse de agua y pegarse al piso, burlando las ráfagas de viento.

Al día siguiente, cuando nos dispusimos a barrer los restos de la tormenta, la pluma se había secado y había recuperado su liviandad y estaba otra vez en condiciones para pasear por el jardín movida por suaves brisas... Su aspecto dejaba bastante que desear, ya no presentaba una forma homogénea y continua, sino que su contorno se había desdibujado un poco y presentaba cortes en su perfil, pero ya sabemos que las plumas maltrechas, con una caricia apropiada, recuperan su aspecto y función original...

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Cosas de chico: los mandados...

Una de las pocas responsabilidades que teníamos de chicos era hacer algunos de los mandados en los negocios del barrio. Sin hiper ni super mercados, sin congelados y con pocos conservantes, la única alternativa era la comida casera recién hecha y para eso había que ir a hacer los mandados todos los días y recorrer varios negocios para completar la lista de necesidades cotidianas.

Mis recorridos no superaban las 2 o 3 cuadras.

En materia de almacenes había varias alternativas: Doña Lidia en Pellegrini entre Jorge Bell y 4 (un almacén bastante reducido y muy barrial), el 26 en Cantilo y 7 (me quedaba demasiado lejos), Riera, en el local que había sido de los Pontalti (que conservaba algo de almacén de campo, con un sector de juguetería y bazar donde antes había funcionado un despacho de bebidas) y Kurken (con más aire de rotisería y fiambrería), pero nosotros comprábamos en lo de mi tío: Don Pedro, en Cantilo entre 1 y 2. Don Pedro gozaba de buen prestigio en el barrio por las comidas para llevar que preparaba mi tía Mercedes. El sistema de pago era, obviamente, mediante una libreta de hule en la que se registraba el detalle de lo que se compraba y se pagaba una vez por mes, lo que se identificaba mediante una raya horizontal como única constancia de cumplimiento.


Lo de Riera, con una puerta a la izquierda que daba al antiguo despacho de bebidas


Con el tiempo, el almacén de Riera pasó a manos de Martinez (Manolito) y posteriormente a Tato, y por otro lado una novedad!!! en la esquina de Jorge Bell y Pellegrini se estableció algo que se parecía a un mini mercado con un extraño nombre: “Store Where”, propiedad de Patané.

Patané tenía también una verdulería pero nosotros comprábamos en Milano (que siempre mantuvo su prestigio por la calidad de su mercadería) o en los puestos de la Feria Municipal, ubicada en aquellos años en la Plaza Belgrano (siempre los miércoles y sábados). En aquellas épocas en que la verdurita para el caldo se regalaba (y se hacía puchero), las frutas se sacaban de las plantas del propio patio y se convertían en mermeladas o conservas en época de abundancia, los limones se conservaban envueltos en papel de diario y las papas se almacenaban a granel en cajones (hasta que se llenaban de ojos), el consumo de verduras frescas no era una moda sofisticada o una indicación del nutricionista, sino la forma normal de alimentarse.

Cuando algo fallaba y había que recurrir a algún medicamento, aunque la farmacia “City Bell”, de Guglielmino, me quedaba más cerca, la gracia era ir hasta lo de Cappelletti, en la plaza Belgrano, porque el farmacéutico (y padre de mi compañero “Cococho”) siempre cumplía con el rito de regalar a todos los chicos un paquetito de confites de anís, que sacaba de una cucharada de un cajón del mostrador....

La panadería del barrio era “Sol de Mayo” (en Cantilo y 5, identificada con la familia Boff y el bueno de don Jesús) y recién cuando cerraba de vacaciones, había que caminar hasta la “Del Pueblo” (que parecía tan lejana en aquélla época)

Las tiendas eran: Sa-ho (en Cantilo entre 4 y la plaza, precursora del León Blanco), donde había que estar muy seguro de lo que uno compraba porque las dueñas eran reacias a devolver o cambiar mercadería...; la tienda “La Esperanza” de Saposnik (que dos generaciones más adelante sigue funcionando bajo el nombre de “Casapuerta” en Cantilo entre 1 y 2 o “El Rey de los Precios”, en Cantilo, pegado a la Clínica y que era atendida por un italiano muy simpático.

Los trajes del trabajo de papá se llevaban a la misma tintorería de Nakandakare (que funcionaba frente a su ubicación actual, en el local que fue de “Abuela Z”), pero los pantalones de vestir se lavaban en casa “a seco” con solvente que comprábamos en alguna de las dos ferreterías del barrio: Valenti o Bello. Me encantaba ir a las ferreterías.... particularmente me emocionaba (y me sigue gustando) cada vez que me hacían pasar detrás del mostrador para mostrarme alguna mercadería.



La entrada al depósito de Valenti, en Jorge Bell, vista desde los juegos del Club Atlético



El camión de reparto de Bello, frente al local de Cantilo y 6 y sus empleados Sergio y Miguel


Otro negocio que atrajo mi interés y colaboró en mis primeras incursiones en el mundo de la electricidad fue el “Sastre Eléctrico”, de Adjemián, que estaba en la actual galería “Gauguin” de Nilda Fernandez Uliana. Por si alguien desconoce la anécdota, el Sr Adjemián (el abuelo del fallecido actor Martín) había sido sastre y al cambiar de actividad simplemente utilizó el mismo letrero que tenía y le agregó la nueva especialidad.... Recuerdo que sobre los taparrollos de la vidriera habían quedado depositados los maniquíes, ya pasados a retiro.

Pegado al “Sastre Eléctrico” tenía su compostura de calzados Sarkis Minassian (hermano del padre de Kurken). Él era el encargado de cambiar las cámaras de nuestras pelotas de cuero y de hacer la mediasuela y taco (por enésima vez) a los zapatos escolares, para que tiraran un poco más.

Otros negocios que frecuentábamos eran la bicicleterías: la de Mengarelli primero y la de Brotto después, pero no para ajustar los cambios o “tunear” las bicis, como se hace ahora, sino para comprar gomines, parches y solución de caucho....

Si alguna vez, por esas cosas del destino, había que pensar en comida que no estuviera hecha en casa, la única opción eran las pastas de “La Madrileña”.

Completando la vuelta a la manzana, faltaría nombrar al vivero de “Tonny”, en Cantilo y 4, precursor del vivero “Di Carlo” sobre el camino Belgrano y el kiosco “El Pucho”, de Bugueiro (donde ahora está Victor), que sin saberlo funcionaba como los actuales “polirrubros” abasteciendo de todo lo que no encajaba específicamente en los rubros ya mencionados. A la derecha del colegio Estrada: la bombonería y cafetería “Los Mandarines”, de la señora de Valderrama y a la izquierda, el Correo Argentino


Entrada al colegio Estrada a fines de la década del '50



Oficina del Correo Argentino, creada en 1944


Finalmente, en la esquina de Jorge Bell y Cantilo, la “Galería Bell”, de Susana Urruchúa, donde, desde 1966, una parte de nuestra historia familiar se escribe desde el local de Pinocho.



Ive, Andrés y Loba


Y aquí, como despedida un poco de publicidad, extraída del programa de una función organizada por la "Comisión Pro Embellecimiento de City Bell" en 1960, para reunir fondos y dotar de juegos a la Plaza Belgrano (algunos recientemente removidos...)







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20.000 visitas...

En junio del año pasado, al cumplirse el primer aniversario del blog, festejábamos las primeras 10.000 visitas. Hoy, habiendo pasado solamente 6 meses más, les comunico con mucha alegría que superamos las 20.000 visitas!!

Gracias por el apoyo y el aliento permanente!!!!
Juanjo

Dos experiencias enriquecedoras

El final de año y las múltiples actividades relacionadas con el trabajo (y algunos compromisos artísticos...), no me permitieron comentar, en su debido momento, dos actividades que me resultaron muy gratificantes y por eso quiero compartirlas ahora.

La primera fue la salida al terreno con que culminamos el Curso de Introducción al Avistaje de Aves desarrollado por el C.O.A. La Plata en el Parque Ecológico, durante el mes de noviembre. Después de las clases teóricas y un par de salidas dentro del mismo Parque, la última actividad nos ocupó más de 5 horas recorriendo las márgenes del Arrollo Martín desde el Camino Centenario hasta el terraplén del antiguo ferrocarril de Bs. Aires a Ensenada.


Aunque uno muchas veces cree que sabe mirar y que ya ha visto todo, en cada salida del curso me he podido encontrar con 4 o 5 especies nuevas para mi. Algunas especies están aquí, en esta época, migrando desde otras regiones del pais y algunas otras se parecen tanto entre si que solamente es posible distinguirlas cuando hay alguien que realmente sabe y nos ayuda en la tarea de identificarlas correctamente. Asi es como aprendí a reconocer al Benteveo rayado, al tordo de pico corto, al arañero, al suirirí real, la cachirla y al menos tres especies distintas de golondrinas, entre otras.




En la Argentina hay unas 1000 especies distintas de aves, unas 400 en la provincia de Buenos Aires y se estima que en nuestra zona puede haber cerca de 100 especies. Como es práctica entre los observadores de aves, durante la salida final llevamos un registro de las especies observadas y nuestro grupo llegó a identificar 50 especies distintas:

Arañero cara negra, Benteveo, Biguá, Calandria, Caracolero, Carancho, Carao, Cardenal, Chimango, Chinchero chico, Chingolo, Cotorra, Cuervillo cara pelada, Doradito, Espinero, Estornino, Gallareta, Garcita blanca, Garza blanca, Garza bruja, Garza mora, Gavilán mixto, Gavilán planeador, Gaviota capucho café, Golondrina doméstica, Golondrina parda, Hornero, Ipacáa, Jacana, Lechuza vizcachera, Macá grande, Macá pico grueso, Milano blanco, Pato maicero, Pecho amarillo, Pecho colorado, Pico de plata, Pirincho, Pitotoy, Ratona, Tero, Tero real, Tijereta, Torcaza, Tordo músico, Tordo renegrido, Varillero ala amarilla, Verdón y Zorzal colorado. Diez de ellas, vistas por mi por primera vez...

Aquí algunas malas fotos de estas hermosas aves...



Verdón y Patos maiceros



Pitotoy y Biguá


Pecho colorado y Cardenal

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La segunda actividad fue la llamada Eco Caminata convocada en el mismo Parque Ecológico el sábado 11 de diciembre. El mes, el día de semana y el horario no ayudaron a que la respuesta fuera más importante. Durante la caminata por el pueblo del 10 de octubre habíamos prometido una nueva actividad antes de fin de año y no quisimos dejar de cumplir con la promesa. Comparada con las anteriores caminatas (de 50 y 100 participantes), esta fue mucho más modesta, pero quienes participamos disfrutamos plenamente de la actividad y pudimos aprovechar al máximo la guía del guardaparque Sebastián, quien se brindó mucho más allá de lo que le impone su puesto dentro del Parque.


La duración estimada de la recorrida se extendió de las 2 horas planificadas a 4 horas y media, lo que demuestra el entusiasmo del guía y los participantes. Las autoridades del Parque se mostraron interesadas y apoyan este tipo de actividades por lo que las estaremos repitiendo en distintos momentos del año (¿quizás una en cada estación?) a partir de la vuelta a la normalidad, hacia marzo o abril.

Durante la caminata vimos: Benteveo, Cabecitanegra, Calandria, Carpintero campestre, Carpintero real, Chiflón, Chimango, Chinchero chico, Chingolo, Cotorra, Gallareta, Golondrina negra, Golondrina parda, Hornero, Junquero, Lechucita vizcachera, Paloma manchada, Pecho amarillo, Picabuey, Picaflor, Tero y Zorzal colorado.


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