El aljibe de los López

Cuando sacamos algunas conclusiones sobre la Fotocaminata del 10 de octubre del 2010 (cuyo punto de partida fue el aljibe de Centenario y Pellegrini), mencionamos que una integrante de la familia López había aportado algunas fotos inéditas del mismo.

Estas fotografías fueron incluídas en la gestión realizada por DNI ante el Concejo Deliberante, que se sumó a diversas iniciativas anteriores, de vecinos e instituciones locales, queriendo preservar y proteger el aljibe, testigo de los primeros años de vida de City Bell y una de las primeras construcciones levantadas en el pueblo.

Este anhelo parece haberse concretado a fines del año pasado, en la 35º sesión del Concejo Deliberante:


Sesión Ordinaria Nº 35 del Concejo Deliberante de La Plata
21 de diciembre de 2010
Homenajes y Distinciones en el Concejo Deliberante

(...) Siempre en el marco de los homenajes y los reconocimientos, fueron votados también la autorización para la colocación de una placa a la memoria del Dr. René Jerónimo Favaloro, pedida en su momento por la Asociación para Defensa y Honra de la Dignidad Humana; y el valor histórico cultural que para la zona de City Bell tienen el Aljibe ubicado en Cno. Centenario entre las calle 473 y 474, como la declaración de Patrimonio Histórico Cultural para la región del Tanque de Agua ubicado en calle 21 e/ 471y 472 de City Bell y que fueran solicitados por la Asociación D.N.I. City Bell.


El deseo de DNI City Bell es poder realizar un estudio arqueológico con alumnos de la UNLP en los alrededores del sitio, para luego reconstruirlo de acuerdo a la información fotográfica recolectada, protegerlo con una reja y colocar cartelería que brinde información sobre la construcción y la identifique como hito histórico.




Repasemos la historia... Cuando las vías del ferrocarril unieron las estaciones de Pereyra y Tolosa en 1884, a dos años de la fundación de La Plata, la Estancia Grande estaba en su época de explendor, ya en manos de Jorge Bell. El paso del ferrocarril por tierras de la estancia justificó la construcción de un apeadero y una nueva entrada al casco, que todavía se puede apreciar desde el camino Centenario, en terrenos de la Agr Com 601.



Entrada de casuarinas

A tres años de la muerte de Jorge Bell, en 1913, su hijo Eduardo decidió el loteo de 300 Ha. para levantar el pueblo de City Bell y en la traza original ya se proyectaba a la estación en su ubicación actual. Provisoriamente, y mientras se construían la estación actual y la casa del Jefe de Estación, se instaló un vagón de carga convertido en casilla de madera, apoyada sobre durmientes, en la actual esquina de Pellegrini y Centenario, en terrenos del ferrocarril, y junto con ella, se construyó el aljibe.







A los más chicos hay que explicarles que a falta de agua corriente (y todavía se sigue haciendo en muchos lugares del pais) para el consumo, se junta el agua de lluvia y se almacena en pozos revestidos con paredes impermeables. Sobre la boca de acceso se construye un brocal, es decir una pared con forma cilíndrica que evita accidentes y la entrada de tierra.

Para facilitar la recolección del agua almacenada se utiliza una estructura con una polea sobre la que se pasa una soga usada para el izado de un balde metálico. En algunos casos (como en este aljibe, según descubrimos observando detenidamente las nuevas fotografías), la extracción del agua se hacía mediante una bomba de mano (a la izquierda, en la foto).



En el año 1922, provenientes de Saldungaray, llegan a City Bell Pedro Lázaro López, su esposa Josefa Abal (ambos españoles) y sus hijos: Lía, Pedro, Saul, Hector, José y Marcelo (seguramente los últimos hijos nacidos acá).


Pedro Lázaro López y Josefa Abal

Pedro trabajó siempre en el ferrocarril, posiblemente participando de la construcción del edificio en sus comienzos, luego como señalero (asi quedó registrado en una de las fotografías icónicas de la historia del pueblo) y en otras funciones, según menciona la nota publicada en el diario El Día con motivo de su fallecimiento, en 1935: "El extinto, que se singulizara por su espíritu de laboriosidad y honesto proceder, había desempeñado diversos cargos de responsabilidad en el Ferrocarril Gral. Roca, empresa de la cual se retirara para acogerse a los beneficios de una jubilación"

A la izquierda Enrique Verge (Jefe de Estación) y a la derecha Pedro López (Señalero)

Aún después de terminada e inaugurada la estación (en 1927), los López continuaron viviendo algunos años más en el lugar. En el periódico "City Bell" de noviembre de 1941 se anuncia:

Antigua estación del F. C. Sud
Casilla de madera

La Asociación de Fomento que tantas pruebas ha dado de su preocupación por el adelanto de City Bell, ha gestionado y obtenido de la Empresa del Ferrocarril del Sud el retiro de la casilla de madera que fuera la sede de la primitiva estación local. Dicha casilla, por su estado de deterioro, afeaba la estética del progresista barrio en el que se encontraba emplazada.




Colmenas en el cañaberal, al costado de la casilla


Fotografía familiar de Josefa (de fondo una formación ferroviaria)

Continuará...

Respetemos la vida...

Con un acto en el Colegio Patris y la colocación de la primera señal de tránsito en defensa de la vida, la ONG “Amor y Respeto al Prójimo” nominó a City Bell como “Cuna de la Humanización del Tránsito y el Medio Ambiente

La Asociación Amor y Respeto al Prójimo nació en City Bell a partir del dolor de padres y familiares de personas fallecidas o dañadas en accidentes viales, que supieron transformar su pena en acción comunitaria, creando esta ONG bajo el lema “Para que a usted no le pase, lo que nos pasó a nosotros”.



Osvaldo Nessi, Presidente de la Asociación Civil “ Amor y Respeto al Prójimo” y un grupo de vecinos en el momento de descubrir la señal (Cantilo y 5)



Como una forma de apoyo a la tarea emprendida por esta Asociación, me pareció oportuno difundir esta serie de fotografías tomadas en el centro de City Bell y que demuestran lo mucho que hay que hacer con el tránsito, el inmenso parque automotor y el poco respeto con que algunos conductores avanzan sobre los derechos de los peatones.

18/4 - Rectifico:... el poco respeto con que algunos conductores avanzamos sobre los derechos de nosotros, los peatones...













Cosas de chico: Jugar, jugar, jugar...

De eso se trataba la infancia... Algunas responsabilidades mínimas, como los mandados por el barrio y algunas reglas de oro que había que cumplir: respeto a los mayores, los deberes, avisar siempre dónde estábamos, no hacer bochinche a la hora de la siesta y usar los patines cuando pisábamos el parquet. El resto del día: jugar.

Pero para algunos juegos se necesitan compañeros y eso no siempre era fácil de resolver. En mi barrio, por un lado, estaban “los más grandes”: los mellizos Luis y Carlos Cappolongo, mi primo Tito Draghi, Gola, “Cachi”, “Belve”... Nos llevaban unos pocos años, pero a esas edades las diferencias se transforman en barreras casi infranqueables; salvo cuando uno resulta “funcional” a las ocurrencias de dichos mayores. Esta era la forma en que nos ganábamos algún derecho a estar entre ellos: sirviéndoles de entretenimiento y dejándonos admirar por sus declaradas proezas...

Ellos, con sus cuentos y divagues, nos mostraban posibilidades insospechadas, nos abrían (peligrosamente) la cabeza con nuevas ideas y con dosis homeopáticas nos iban matando la inocencia.... Ellos fueron nuestros improvisados instructores en Educación Sexual Básica y nos “avivaron” (con material didáctico de calidad objetable y algo ajado y maltrecho por el uso)

Nosotros sentíamos que en un nivel “inferior” al nuestro estaban los más chicos: Dany y Andrés (mis hermanos), el Gury Gloria, Esteban y Sebastián Meso... De alguna manera nosotros intentábamos ejercer sobre ellos la misma ley del gallinero que nos aplicaban los primeros nombrados. Las jerarquías son muy marcadas a esas edades y se empieza a ensayar para lo que vendrá después. Dice Andrés que nosotros los hacíamos pelear entre ellos por puro placer y búsqueda de entretenimiento... Yo no me acuerdo, pero por las dudas preferiría negar esa afirmación...

Nosotros, la "barra", éramos apenas cuatro de más o menos la misma edad: Beto, Carlos, Edgardo y yo. Si no se arrimaba algún vecino conocido o compartíamos con los más chicos, se hacía difícil organizar juegos de equipo, por eso resultaban más apropiados los individuales. Recién cuando se arrimaba alguien más había posibilidades de escondidas, mancha o fulbito.


Fondo: Juanjo Vendramin, Carlos Gloria, ??, Enrique Ciciarelli Medio: Marcelo Ciciarelli, Beto Correa Adelante: Daniel Vendramin, Roberto Gloria, Nestor Rostagno


En realidad mi amigo del alma, de toda la infancia, fue “Beto” Correa (el doctor Correa, como premonitoriamente lo había bautizado mi abuelo, viéndolo tan correcto y prolijo con su valijita de Jardín de Infantes de cartón cuero). Además de ser compañeros de colegio, vivíamos uno casi en frente del otro y nuestras casas se integraban, junto con la vereda, la calle y el baldío de la esquina en un único territorio común. Entre otras cosas, compartíamos menúes: yo comía en su casa cada vez que Estrella (su mamá) hacía ravioles y Beto venía a la mía cuando la mía hacía milanesas...


Posando, en la canchita de 4, junto a Beto (izquierda) y mi hermano Daniel


Uno de los juegos habituales era "las bolitas". En algún sector pelado del patio, en la vereda o hasta en la misma calle (de tierra), los “orpis” se mantenían siempre despejados y prolijamente definidos (no nos gustaban las “ollas”). Los “laces” ya estaban marcados a fuego en la tierra pero no nos imponían límites: más de una vez, un “pérsiga hasta la muerte” nos llevó hasta la esquina de calle 4 intentando una “quema”...


Con las bolitas se aprende a negociar, concensuar y aceptar reglas: los “cantes” de “cola”, “cola reple” o “cola reple hasta la casita de Diós”, “chanta y cuarta paga doble”, “empena desempena” o el “vale cuarta” pautaban cada juego, imponiendo variantes y modalidades.

De la misma manera, la posibilidad de cambiar de bolita durante el juego o pagar con piojitos, fueron nuestros primeros contratos formales. Entre lecheritas, aceritos, bolones y japonesas, aprendimos a perder y a ganar, pactando y respetando nuestras propias reglas de juego. También aprendimos biología cazando renacuajos en las zanjas o enterrando cabezas de gallina en los hormigueros, investigamos la fabricación de jabón usando frutos de aromo, hicimos gimnasia andando en bicicleta y trepando árboles, nos acercamos a la mecánica y a la carpintería fabricando kartings de rulemanes y nos probamos como arquitectos y constructores de casitas en los baldíos, peleamos todas las guerras posibles (queriendo ser siempre el cowboy, el policía o un sargento norteamericano... nunca el indio ni el ladrón) y cuando algo no estaba a nuestro alcance: lo imaginábamos....


La única pantalla que se encendía era la del Capitán Piluso o Disneylandia y los únicos botones que pulsábamos eran los de los timbres vecinos (antes de salir rajando)


De eso se trataba el tiempo de nuestra infancia: jugar, jugar y jugar.

Dedicado a Beto Correa, en su cumpleaños...
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