En la década de 1980 el colegio Estrada decidió incorporar a su currícula una nueva asignatura, una disciplina novedosa que aunque ya se utilizaba en ambientes universitarios y gubernamentales, recién estaba dando sus primeros pasos en los hogares: la computación... Y esta decisión no fue promovida por los más jóvenes ni por los más tecnolófilos, sino por una de las docentes fundadoras (y con más antigüedad en el colegio): mi maestra de 1° grado, la señorita Inés Álvarez.
Sus amigas del Instituto Terrero de La Plata colaboraron en la capacitación e implementación. Con un plantel inicial de unas 6 u 8 computadoras Texas TI99A, alquilaron el local donde ahora funciona el Banco Francés (mucho más sencillo en aquella época), nombraron a Gabriel Platzeck como director y así inició su actividad el Centro de Computación “City Bell”. El Centro podía ser utilizado por los alumnos del colegio, a contra-turno, y además se dictaban cursos abiertos a todo público.
¿Qué se enseñaba? En aquella época las computadoras “hablaban” un lenguaje llamado Basic (Bisabuelo del actual Visual Basic que todavía usamos algunos nostálgicos...). No había programas, no existían procesadores de texto, ni planillas, ni fotos y mucho menos música o videos... Todo consistía en escribir instrucciones para que la computadora las ejecutara y los resultados eran números resultantes de algún cálculo, textos y algún que otro gráfico y eventualmente un “sprite” (que era un dibujito que se podía definir en binario y que se movía por la pantalla provocando asombro...)
Al tiempo se incorporó una Commodore 64 y luego una Commodore 128 y con disquetera!!!! Deben saber ustedes que estas máquinas no tenían disco rígido; todo lo escrito se perdía al apagarlas; para guardar algo se usaban datasets (grabadores de audio a cassette)
Una PC actual está manejando unos 3GB (Gigabytes) = 3.000.000.000 de memoria RAM. La mejor de nuestras computadoras, la Commodore 128, tenía 128K=128.000, la Commodore 64K=64.000 y la Texas sólo 16K=16.000 bytes
Allí empecé a trabajar en computación, dando un cursito de Assembler del microprocesador Z80...
Posteriormente el colegio alquiló el local de Cantilo y 5 (donde ahora funciona un “Todo por 2 pesos”), lo conectó con el patio y los alumnos empezaron a tener computación dentro del horario de clases.
En septiembre de 1988, el staff del instituto: Gabriel Platzeck, Daniel Minassian (de “Lila Computación”) y yo, nos propusimos mostrar al público “lo que se venía” y organizamos una “Feria de Computación”.
Una de los atractivos consistía en la exhibición de algunos aparatos eléctricos y electrónicos, mostrando su evolución a lo largo del tiempo (Sistemas de almacenamiento, calculadoras, teléfonos, radios, componentes electrónicos, etc).
Había también paneles mostrando la evolución de los sistemas de numeración en distintas épocas y lugares del mundo, líneas del tiempo con los principales hitos en la historia de la informática y un “microcine” en el entrepiso donde proyectábamos diapositivas (con locutor en vivo...) mostrando la tecnología de punta de aquel momento, a la que todavía no teníamos acceso...
|
Gabriel explicando uno de los paneles |
|
Juanjo en la Commodore 128 |
En una de las computadoras se mostraba el funcionamiento del “Logo” (un lenguaje en el que se le dan órdenes a una tortuga que recorre la pantalla dejando un rastro dibujado...)
En las otras se presentaron algunas de las pocas aplicaciones disponibles en aquel entonces (Word 5.0, Swift Calc, Quatro, Art Studio, News, Print Master, etc), programas de aplicación desarrollados en Basic en el Centro y algunos de los alumnos más aventajados mostraban sus habilidades a los visitantes. Por ejemplo, había una maqueta y un programa desarrollado en una Texas que simulaba un sistema hogareño de alarma, una barrera infrarroja que generaba un saludo sintetizado cada vez que alguien pasaba por la puerta del local y una batería electrónica desarrollada en forma totalmente artesanal por Sebastián Costa..
|
Daniel mostrando la maqueta |
A un poco más de 20 años de aquella feria, no termino de asombrarme por toda el agua que ha pasado “por debajo del puente”... desde el punto de vista tecnológico pero también desde el personal. Me pareció que esta Feria merece estar en la categoría de “pequeñas grandes historias” del pueblo (al menos lo fue para nosotros) y con esa sensación la quise compartir con ustedes.
Además.... considero a esta muestra como un ensayo, y un antecedente más para mi futura participación en el Museo de City Bell...