Como bien dice el lema de Pinocho: "Desde 1966 algo más que una librería..."
Sepan disculpar mi subjetividad... pero hay que reconocer que esta es una época de explosión comercial en City Bell, con locales que se ocupan y desocupan permanentemente, marcando un exceso de oferta frente a la demanda local. El hecho que un comercio haya cumplido 43 años de vida, siempre ubicado en el mismo local y atendido por todos los integrantes de una misma familia (la mía), justifica que incorpore a esta historia como una de las "pequeñas grandes historias" del pueblo.
Mis padres (Inés e Ive) llegaron a City Bell entusiasmados, entre otras cosas, por la vecindad de un primo hermano de mamá y su esposa (Ernesto y Leticia). Algunos años después ellos sirvieron como referencia para que una prima materna se mudara desde Buenos Aires con su esposo e hija (Mercedes, Pedro y Mary). La relación familiar con estos porteños venidos al campo fue muy fuerte (y lo sigue siendo ya en su 3ª y flamante 4ª generación).
Inés y Mercedes
Cuando los hijos ya estuvimos todos criaditos, Inés y Mercedes empezaron a tener ganas de poner un negocio en sociedad. Las habituales visitas se fueron convirtiendo en reuniones "de trabajo", donde compartieron sus ideas y sueños, hasta que se decidieron a poner manos a la obra. Una de las ideas que más las entusiasmaba era la de poner una casa para bebés y niños....
Habilidosas ambas para el tejido y la costura, habían planificado atender el negocio pero, además, dedicarse a la confección de prendas. Incluso ya habían visto un local en Cantilo, cerca de la plaza y de la casa de Mercedes; pero cuando todo parecía ya definido apareció mi viejo con una idea completamente distinta.
Previamente a la propuesta oficial, él había hecho sus movimientos y averiguaciones "paralelas": había hablado con Susana Urruchua, la dueña de la Galería Bell, que en ese entonces estaba en plena etapa de fin de obra, lista para ser inaugurada pero todavía llena de materiales de construcción y gente trabajando... De la mano de un local disponible, pegado al portón de entrada del colegio Estrada, vino la oferta-sugerencia de mi viejo: "y si ponen una Librería...?"
La idea no fue resistida en lo absoluto, rápidamente dejaron de pensar en lanas y batitas y se pusieron a imaginar la fisonomía del nuevo proyecto. Un ingrediente extra le agregó adrenalina al proyecto: en poco tiempo empezarían las clases y estaba todo por hacerse...
Mientras mi viejo encargaba las maderas en Artola, para hacer él mismo las estanterías del local, las flamantes socias empezaron a imaginar el nombre que tendría el negocio. "Tiene que ser un nombre corto, sencillo y familiar; fácil para los chicos..." Esa era la consigna, y en poco tiempo surgió "Pinocho".
En pocos días el comedor de mi casa se convirtió en depósito temporal de mercaderías. Con mi prima Mary no podíamos salir del asombro que nos provocaba ver tantas golosinas juntas y casi inalcanzables... (lo de "casi" será interpretado por el lector como mejor le parezca...)
Pisando tablones en una vereda inconclusa, y terminadas las estanterías (que se siguen reciclando una y otra vez hasta la fecha...) los primeros útiles y golosinas se fueron acomodando y Pinocho empezó a tener vida.
Con el comienzo de clases, en marzo de 1966, "Pinocho" abrió sus puertas por primera vez y en todo este tiempo se ha transformado en un icono de City Bell (o al menos de su barrio). Creemos que no hay otro comercio que esté funcionando desde tanto tiempo atrás en el mismo lugar y con los mismos dueños.
La profesión de mi viejo (era Agrimensor) sirvió para darle a la Librería cierto aire "técnico", muy poco frecuente para el lugar y la época. Recuerdo las cajitas con plumas de todo tipo, lápices de todas las graduaciones, escalímetros, juegos de compases, el papel vegetal (que se cortaba con un hilo)....
Después llegó el tiempo de esplendor de los libros infantiles: la época en que los regalos de cumpleaños eran, sistemáticamente, libros de las colecciones de Billiken, Iridium o Robin Hood (y los leíamos!!!!).
Estando en aquel entonces el Correo en Cantilo y 5, los lacres y precintos de Pinocho viajaron por todo el país en las encomiendas que la gente venía a armar al negocio (muchas veces nosotros mismos escribimos las cartas que las acompañaban...)
En fin, Pinocho se fue adaptando, como pudo, a cada época... (y hubo cada época...!! No?)
Varios años después Mercedes abrió su propio Kiosco al lado de la Rotisería de Don Pedro y desde entonces "Pinocho" fue atendido en forma secuencial por todos los miembros de la familia.
Dos caras y un mismo compromiso con las familias de City Bell: Inés y Daniel detrás del mostrador Con el fallecimiento de Ive en 1973, Pinocho se convirtió en el principal sustento familiar y todos pusimos nuestro granito de arena para mantenerlo... Con los años Pinocho fue guardería, depósito de útiles y guardapolvos durante las "ratas", confesionario, asesoría sentimental, consultorio psicológico, lugar de encuentros y biblioteca privada (muchas veces Inés, a pesar de las críticas que le hacíamos los hijos, dejaba solo el negocio y se venía de una escapada hasta casa, buscando alguna información en las enciclopedias, para auxiliar a algún alumno o madre olvidadiza...)
En el año 96, al cumplirse los primeros 30 años de vida:
hubo sorteos, animación y se contó con la presencia en vivo del querido personaje...
Desde hace casi veinte años las caras visibles de "Pinocho" son Daniel y Andrés, ayudados siempre por buena gente que los ayudan a mantener vivo el cariño que Inés y Mercedes tenían por cada chico que entraba preguntando: ¿Qué me puedo comprar con 5?
Ellos ahora recogen el cariño que mucha gente de City Bell siente por "Pinocho" y sus "padres"...