"El despertarse con el canto de un gallo que daba comienzo al día era habitual aquí... Enseguida el olor de las tostadas recién preparadas invadía la casa.
El sol asomaba en nuestra ventana y la ropa lista nos esperaba... el guardapolvo blanco, los zapatos, el portafolio marrón, todo listo para ir rumbo a la escuela.
El camino hacia ella era una fascinante aventura, las calles de tierra donde de vez en cuando pasaba algún carro o bicicleta, donde siempre el peatón tenía la prioridad...
La escuela nos llamaba con sus campanadas, en su patio, formados, saludábamos a nuestra querida bandera; qué momento! El aula, el patio, la señorita, la directora, la portera... ¡Que gran mundo era la escuela! ¡Cómo se vivían esos inocentes días!
Jugar en “la cuadra”, trepar a los árboles, chapotear en los charcos, “dar la vuelta a la manzana” en la bici, festejar los cumpleaños con amigos en casa con el clásico “chocolate caliente”...
Estas eran las ocupaciones que tenían los chicos en City Bell, en este pueblo verde, tranquilo, donde todos nos conocíamos, cuidábamos y ayudábamos...
Hoy ese lugar ha crecido, como avanzan las sociedades modernas, velozmente; ha cambiado su verde, su olor, su gente...
De nosotros, los citibelenses depende que se cuiden un poco más las raíces de City Bell ¿No les parece?
Registrar las historias simples sirve para perdurar en el tiempo y para seguir latiendo en el corazón de las personas.
Anímense a contar sus historias..."
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